viernes, 29 de noviembre de 2013

Zarpazos, miel y lágrimas

Soy de lila y de turquesa, de luna, estrellas e impaciencia. De miel, de melancolía. De zarpazos y lágrimas de ausencia. De fuego e inocencia, destellos de sol y pétalos de rosa, soy de siempre y de nunca, de brisa, de tierra y de sombra. Soy tormenta, soy silencio, arena, viento y hojas secas, de vuelo. Soy de nubes. De lluvia y letras huecas.

martes, 26 de noviembre de 2013

Un déspota odioso

Habían pasado algunos meses ya desde que Arturo reinauguró la tienda. Después de muchos años de haber trabajado ahí, ahora ésta le pertenecía. Su tío se la dejó después de fallecer. Aunque el negocio iba bien, algo faltaba, pues demás negocios cercanos en el mercado, además de vender tenían popularidad entre la gente, en especial uno, la tienda de Maribel. Muchos se sentían a gusto y en confianza al ir a hacer sus compras a la tienda de ésta señora, porque aunque ella era la dueña, trataba de muy buena manera a sus clientes y trabajadores. Arturo acostumbraba gritar a quienes trabajaban con él, porque muchas veces se salía de control. Le molestaba que las cosas no salieran como el las planeaba. Que sus trabajadores fueran lentos o flojos, según él. Cuándo era sólo la apreciación que el les daba. Porque sus ayudantes en la tienda eran personas responsables y trabajadoras. Sin embargo Arturo era un crítico nato y aunque ésta podría tomarse como una cualidad, él la tornó en algo molesto, un defecto con el que cargaba desde siempre y que incluso comenzó a alejar a quienes lo rodeaban. Cuando los clientes (también conocidos de años) se acercaban a él para platicar o para resolver alguna duda, Arturo les contestaba mal o simplemente actuaba indiferente. Algunos clientes seguían yendo a hacer sus compras con Arturo por la simple memoria de Don Alfonso, su tío. Pero la situación ya comenzaba a cambiar. Los trabajadores de Arturo habían sido por años compañeros y amigos suyos, pero algo en esos meses hizo cambiar a Arturo estratosféricamente, que los alejó. Tal vez fue la pérdida de su tío, el único familiar que alguna vez se hizo cargo y se preocupó por el, o tal vez era algo más... Arturo se sentía solo y depreciado, lo que el no notaba era que el que despreciaba a los demás era él. Se sentía vacío, pues creía no tener a nadie en este mundo que lo apreciara, a veces sólo quería desaparecer... Una noche, después de haber cerrado la tienda, estaba Arturo indignado limpiando unos estantes, le molestaba que uno de sus ayudantes no lo hubiera hecho como se debía, de pronto y así sin avisar a la puerta, alguien entró. Era la silueta de una mujer, pero con la oscuridad de la hora Arturo no podía percatarse de eso. Se acercaba lentamente hacia el y Arturo con voz temblorosa le preguntó qué necesitaba. La mujer le dijo: A tí Arturo. Escuchaba voces, pasos apresurados cerca de su oído, sentía algo de frío. Despertó en un lugar desconocido, era un mercado. Arturo pensó –¡no puede ser!, quería huír de esto y caigo en un lugar muy parecido. Notó que dicho mercado no era uno común y corriente como en el que el trabajaba. Había seres muy extraños vendiendo, Seres muy grandes y horribles, pero a la vista inofensivos, otros un tanto pequeños y graciosos. Bueno, en resumen eran raros y feos. Arturo sintió miedo, algo parecido a lo que se siente cuando te desmayas y despiertas en quien sabe donde, imagina eso pero multiplicado 6 veces, o mejor 9 para darle más emoción. Arturo se encontraba temeroso y sobre todo confundido. Creyó que pasaría desapercibido si caminaba entre las calles sin hablar ni mirar a nadie, pero en ese lugar podría ser imposible. ¡Un almaaaa! ¡Lleveselaaaaa!, ¿un alma? En qué lugar había ido a parar. Quizo voltear, pero el miedo no se lo permitía. ¡Manzanas de la verdad! ¡Latas de ambición! ¡Agujas de tejer!¡Agujas de tejer para la pacienciaaaaaaa!. No pudo evitarlo y tuvo que ver, le sorprendió ver como había seres que se llevaban almas al por mayor. Una multitud se amontonaba a lo lejos y tuvo curiosidad de ir a echar un vistazo. De pronto Arturo se sintió tranquilo estando en ese lejano lugar, y se dirigió al montón de seres. Una figura humana entre las demás le pareció familiar, su sorpresa fue tan grande que Arturo rompió en llanto al verlo. Era su tío Alfonso vendiendo cómodamente... Arturo se acercó y su tío se aproximó también para abrazarlo. -hijo que bueno que vienes porque te hacen falta algunas cosas para nutrir tu alma -ten llévate ésta bolsa, nada te hará falta ahora. Así entre nubes el mundo giraba rápidamente y la vista de Arturo se tornó borrosa y oscura, de pronto todo era como antes. Arturo se encontró nuevamente en la tienda cerca de los estantes, pero cargaba la bolsa que su tío le había dado. Contenía todo tipo de cosas, como cajas de gelatina para recuperar una amistad perdida, una sopa instantánea para la reflexión, palomitas de maíz para el sentido del humor, gomas de mascar para el estrés, unos zapatos para la empatía, etc, etc. Tantas cosas increíbles. Arturo aunque confundido siguió el consejo de su tío y así todos los días hacía uso de las cosas de la bolsa. Y así las cosas cambiaron...