viernes, 6 de mayo de 2011

Un cuento de hadas...


Hace muchos años en un país lejano donde el viento era fresco como la brisa del mar, el cielo azul y la luz del sol brillante y no cegadora como la de nuestros días, había una princesa muy hermosa , su nombre era Gabriella .
Durante su corta vida Gabriella se caracterizó por ser una niña muy soñadora, creía en un mundo invisible lleno de magia y alegría. Encontraba en los cuentos y en la naturaleza un escape de la realidad, pues aunque era una princesa, se sentía sola e incomprendida.
No socializaba mucho con las niñas de su edad, pues eran personitas superficiales e interesadas, disfrutaba de jugar en el patio del castillo, sentarse a leer y viajar a lugares ocultos y lejanos dentro de un mundo de letras infinitas y sinceras.
Un día sus padres decidieron organizar una fiesta donde invitarían a los príncipes de los reinos más cercanos, pues querían encontrarle esposo a la princesa en sus años de juventud. Debería ser un prospecto de buena familia con muchas riquezas y posesiones.
En uno de los reinos vecinos vivía otra princesa, Isabella una niña llena de energía con ideas disparatadas que traían risas a todos quienes conformaban el castillo. Soñaba con un lugar para sus opiniones, para sus sentimientos, pues siempre andaban perdidos y sin ser escuchados.
El padre de Isabella el Rey Rafael era un hombre muy estricto que quería a su hija Isabella más que a su vida. El y su esposa pensaban que Isabella también tenía que conseguir esposo y decidieron llevarla a la fiesta que los padres de Gabriella organizaban, pues estarían los hombres más codiciados y adinerados de la región.
Llegó al fin la noche de la fiesta, con una colorida atmósfera que tenía animados a todos los invitados… Gabriella ya quería que terminara la noche y ésta apenas comenzaba.
La idea de casarse con un hombre que no amaba le retorcía el corazón. Pues no creía en la posibilidad de enamorase de alguien en la fiesta. Le parecía algo ridículo, sin embargo, no podía negarse.
Uno tras otro, se presentaban y la tapaban con sonrisas fingidas, cumplidos y platicas aburridas. Ella solo quería esfumarse, miró hacia el balcón y pensó en salir a tomar un poco de aire.
Isabella no aguantaba más los comentarios de su padre cuando la presentaba con los príncipes, hablaba sólo de lo que Isabella sabía hacer y todo para lo que era buena, como si se tratase de una venta donde estaba ofertando a Isabella al mejor postor.
En busca de paz y distracción salieron al balcón las dos princesas. Y como en una visión éstas se encontraron…
Isabella suspiró fuerte como aliviada de estar afuera.
- ¿Te encuentras bien? Dijo Gabriella
Isabella dirigió su mirada hacia Gabriella y fue ahí cuando creyó estar soñando…
La belleza de Gabriella era tan maravillosa que Isabella no pudo evitar mirarla con atención y escuchar cada palabra que salía de su boca durante aquella noche.
Gabriella le contó su desfortuna e Isabella le confesó que ella se encontraba en una situación muy similar. Conversaron por horas esa vez y con los minutos se volvían grandes amigas. Isabella consolaba a Gabriella y la hacía sentirse protegida y en tranquilidad, secaba sus lágrimas y con un abrazo alejó toda la tristeza…
Las miradas se cruzaban en el aire y las hacían entrarse en una especie de sueño pues era increíble cómo se entendían tan bien y se olvidaban de donde estaban y porqué. Sumergidas en una conversación tan interesante que acordaron encontrarse nuevamente…
Gabriella no podía dejar de pensar en ella, en sus palabras, en su rostro, en los rizos de su cabello dorado y en lo perfecta que se veía Isabella aquella noche que se conocieron.
Habían pasado tan sólo horas y era de noche otra vez, quedaron de encontrarse esa noche en la laguna, pero Gabriella tenía miedo. Algo en su interior se quemaba de recordar lo que fue abrazarla. Quería volver a verla sin duda, pero sentía algo extraño y pensaba que podría estar mal.
Isabella se salió del castillo sin que nadie la descubriera, ya no podía esperar más, corrió a la laguna y se detuvo a esperar a Gabriella bajo un árbol.
Y como siempre al final dejamos que los impulsos nos dominen, Gabriella se dejó llevar por un presentimiento.
Cuando llegó miró a lo lejos la silueta de Isabella bajo un árbol que parecía triste.
Se sintió intranquila, encendida de alegría e invadida de deseo que le recorrió el cuerpo; y se apresuró para encontrarla.
Conversaron y bajo la luna como testigo se volvieron confidentes, con los días amigas y con las noches amantes…
Gabriella se sentía completa, llena de ideas e inspiración, cada vez que miraba a Isabella, que la escuchaba, que la tocaba o la sentía. Creía haber encontrado el amor.
Sus labios pactaban bajo las estrellas que cobijaban sus cuerpos unidos. La piel se les quemaba durante la noche entera y en el día todo se volvía olvido.
Así paso el tiempo y se encontraban a diario en la laguna.
Una vez uno de los súbditos del Rey vió a Isabella escapar del castillo y decidió seguirla, al descubrirlas sintió repudio como todas las mentes pequeñas sienten odio hacia lo que no conocen, pues el odio es ignorancia. Decidió buscar al Rey para contarle todo.
El Rey se sentía desesperado y no hallaba manera alguna, así que acudió a una bruja para que lo ayudara a separarlas.
La bruja le recalcó que si era amor lo que sentían esas dos personas, no podría hacer nada para separarlas, pero el Rey insistió, pues creía que seguramente no podía existir amor entre dos mujeres.
Se realizó el hechizo y éste cambió la historia por completo…
Gabriella estaba recostada esperando la hora para salir a encontrarse con Isabella, cuando sintió un cosquilleo que le heló el cuerpo y de pronto miró como todo el lugar se hacía gigantesco ante sus ojos. Se volvió diminuta y su cuerpo era tan ligero que se sentía volar, despedía destellos de luz y miraba todo los colores brillantes.
Voló al patio a través de la ventana y jugueteó con las flores y las mariposas al amanecer, sin darse cuenta que no se trataba de un sueño y seguía teniendo alas y cuerpo pequeñito.
Los padres de Gabriella lloraban por ella. La buscaron por cada rincón sin hallarla, pensaron que había huído o tal vez alguien la había robado, pero no hallaron culpable. El reino entero estaba de luto pues la princesa se había ido.
Isabella fue a la laguna y se entristeció de no hallar a Gabriella, lloró como nunca, pensó que Gabriella ya no la amaba y se casaría son Sebastián, uno de los príncipes que tuvo la aprobación de los padres.
La tristeza era tan inmensa que Isabella no deseaba vivir, parecía muerta por su ausencia pero seguía respirando.
Todas las noches siguientes fue a esperarla a la laguna pero Gabriella nunca llegaba. Decidió escapar e ir a buscarla a otros reinos y partió ella sola sin importarle el peligro que la acechara.
Gabriella estuvo con Isabella todo el tiempo volando a su alrededor susurrándole palabras al oído y besándole la piel cada vez que soplaba el viento.
Isabella se quebraba pero no podía rendirse porque no creía que pudiera ser cierto que Gabriella la dejara.
Así la buscó y la buscó hasta que se perdió en el bosque, estaba tan sola y débil…Una anciana apareció de entre los arbustos y se acercó para invitarla a pasar a su choza.
Ahí Isabella le contó su secreto y la anciana le dijo: ¡No te preocupes tómate éste té que te preparé! Te vas a sentir mucho mejor
Isabella lo tomó y se quedó dormida…
Despertó recostada en el pasto en un mundo donde los árboles y los animales eran enormes. Se sentía felíz y en paz y tan ligera que podía volar.
Voló hacia el sol y entre las nubes jugaba, vió que se acercaba otra hada que no dejaba de saltar y reír. Se miraron fijamente, se reconocieron y supieron que el amor siempre se puede recuperar, porque jamás se había perdido…

2 comentarios:

  1. !Dios! Me gusto mucho Val... ¿Sabes? Me hizo recordar algunas cosas bonis que me han sucedido últimamente,me enchino la piel el leer algunas lineas.Sin lugar a dudas,el mejor cuento de hadas...No te equivocaste al decirme que me gustaría.

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    1. Gracias por tu comentario. Me alegra que te haya traído recuerdos de buenos momentos.

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