sábado, 14 de mayo de 2011

Polvo de hadas

Julián despierta en un lugar desconocido, recostado entre hojas secas y bajo un cielo enrojecido se pregunta donde podría estar.
De alguna forma se siente tranquilo y sin cansancio.
Partículas de ceniza vuelan por la atmósfera cayendo sobre el suelo y sobre él luces rojas, como de fuego, parecía que alguna llama se consumía cerca.
Algo pasó sobre su rostro rápidamente, parecía una pequeña estrella fugaz, un espectro de un color indefinido.
Entre plateada y azul la luz de pronto se acercó y con ella trajo más.
Julián difícilmente podía percibir lo que sucedía, sus párpados estaban apenas entreabiertos.
Hizo el intento y abrió más sus ojos, eran hadas, auténticas hadas, tan hermosas que su belleza hizo sentir a Julián calma y paz crecientes en su interior.
Se levantó del suelo y las hadas se dirigieron hacia donde el fuego resplandecía, lo hacían de una forma tan sobrenatural , tan bella, parecía que sus cuerpos etéreos flotaban en el viento.
Caminó lentamente, como un zombie por la noche, como un muerto que volvió a la vida, hipnotizado por el aroma a flores, la humedad de su cuerpo lo dirigía.
No estaba seguro de lo que ocurría, pues era como un sonámbulo deambulando, más la curiosidad que lo invadía le provocó querer descubrir la llama entre los árboles, quería ver de más cerca y bien a esos preciosos seres de ensueño.
En medio de ramas y zacate crecido Julián se detuvo temeroso para percibir lo que pasaba...
Las hadas danzaban en torno al fuego.
El calor que producían con su baile era muy intenso.
Julián comenzó a sentir tanto calor que se empezaba a sofocar, pero las hadas eran tan hermosas...
Sus cuerpos tan perfectos y sus movimientos tan hechizantes impedían que Julián dejara de mirar.
Las hadas llamaron a Julián, querían tenerlo cerca, querían que formara parte de su danza nocturna, lo querían en su mundo...
Todo era bello, el firmamento, la luna, el resplandor del fuego, la música que producían con sus cuerpos en el viento, el bosque. Todo era bello.
Una de las hadas se situó cerca de él, frente a su rostro sonriendo y mirándolo fijamente el semblante tan pasivo de dicho ser de luz comenzó a cambiar.
Se transformó en un ser horrible que transmitía temor e inquietud.
El hada quería hacerle daño.
Sus ojos ahora eran distintos, como dos cavidades rellenas de deseo y posesión.
Julián asustado quiso correr, pero las hadas lo rodearon, todas horribles y molestas buscaban lastimar a Julián.
Querían saciar su sed de venganza por que el había irrumpido en su hogar. El bosque de las hadas.
Logró salir del círculo de estos seres espeluznantes y corrió.
Todo se asemejaba a un sueño, ya que sus zancadas aunque largas, no lograban avanzar mucho. Era como si el tiempo se detuviera en sus piernas.
Huía por el bosque sombrío, la oscuridad casi no le permitía ver nada, lo que hizo que no mirara una rama atravesada a su paso y tropezó.
Al caer despertó tirado en la sala (tan solitaria y triste).
Una sensación de calor inmenso recorría su cuerpo y la sangre corría helada por sus venas, sentía que iba a explotar, quiso moverse pero su cuerpo era pesado y débil.
Sus ojos ya no le pertenecían, perecían perder el control, sentía Julián que se saldrían de sus órbitas.
Su corazón latía tan rápido que su pecho se expandía y entre tanto descontrol pudo notar la bolsa de polvo sobre la mesa de la sala y parte del polvo cristalino regado sobre su cuerpo.
Recordó haberlo inhalado.
Recordó haberse sentido nada.
Y poco a poco, Julián fue perdiendo la fuerza...

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