lunes, 9 de febrero de 2015

Chema, el perro del ojo de vidrio

Había una vez un perro que perdió su ojo en una pelea callejera. El cual fue sustituido por uno de vidrio. Era popular en su colonia. Todas las perras lo buscaban, a las hembras les gustan los machos malos. Pero él, además era simpático, todos los humanos de la colonia lo invitaban a comer y jugaban con él. Una vez se enfermó, y entre todos los vecinos cooperaron para llevarlo al veterinario. Chema era la envidia de los perros domésticos, siempre le ladraban desde los balcones, detrás de las rejas en las cocheras de las casas, todos le gruñían al pasar y pensaban: ¡guaf guaf!. Un día Chema siguió a una muchacha hasta la parada de autobús, había sol, entonces ella se movió un poco a la sombra. Lo que ella no sabía es que en esa zona, vivía uno de los malos. Quien al verla sentada a la sombra del árbol se acercó para secuestrarla. Chema no pudo hacer nada, todo ocurrió tan rápido, y el chico malo tenía un aparato de esos para electrocutar. No sabía que hacer, así que regresó a la calle donde ella vivía y ladró lo más fuerte que pudo, pero nadie le entendía. ¿Qué? ¿Qué tiene ese perro? Algo nos quiere decir. No. Es que tiene hambre. Dale un hueso ¿Qué pasa Chema? Se paraba en sus dos patas traseras para llamar más la atención pero nadie le entendía. Así que decidió irle a contar a los gatos que estaban sentados en una barda; pensando que tal vez ellos podrían ser de ayuda. Continuará...

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